“El futuro llegó…hace rato” cantaba tiempo atrás Carlos Alberto Solari. La primera barra de la canción Todo un palo me arroja a pensamientos que conducen a caminos inconclusos, incomprensibles, y carentes de cierto sentido lógico, signo según creo, de semejante metáfora solariana.
No es más que una metáfora musical en la que uno, cada uno, a su forma y manera le da un giro, una vuelta de tuerca, una interpretación. De modo que he intentado aflojar el blindaje, mover las piezas, y pensar sobre esa frase considerando que hace dos semanas me encuentro con una resaca clásica de aquellas, resaca que no me permite más que volver a vichar el gol del Chory una y otra vez. ¿Qué digo gol? Golazo.
Aun así, Nacional es más que un bombazo de afuera del área, un clásico, una banda de rock o una canción. Nacional somos todos nosotros, los socios, los hinchas, las glorias del club que existieron y existirán, los grandes jugadores.
Sin embargo, como si de un escondite se tratase, aparece allá en el fondo un montón de personas que- junto a sus esperanzas y humildes ilusiones construidas desde el silencio- forman parte de la institución: los chiquilines de la cantera.
Es allí, en el debut y en los primeros partidos que hacen sus primeras apariciones, que en el hincha nace una relación casi sentimental con los jugadores del club y guarda un lugar especial para aquellos futbolistas que surgen de las inferiores. Ha de surgir algún grado de orgullo cuando lee bonitas noticias y un sentimiento amargo, quizá inoportuno, cuando las noticias son malas.
Hace varios años ya, se trabaja bien en formativas, los resultados están allí sobre la mesa. El club se preocupa por darle a los chicos recursos que van más allá de lo deportivo. Se preocupa por su desarrollo como buenos profesionales y personas. Los entrenadores de la selección señalan esto como una distinción nacionalófila y de pocos equipos más del país. Sin ir más lejos, el club es de los que más jugadores aporta a nivel de selección juvenil.
En otras palabras, las formativas son la “materia prima” (resulta pavoroso utilizar este término ya que hablamos de seres humanos). El fútbol uruguayo parte con cierta desventaja producto de la escasa población y, siguiendo el razonamiento, somos una industria sin competencia interna y con pocos consumidores. En consecuencia, los juveniles son un elemento fundamental para asegurar un equilibrio económico. El juego va cambiando, las reglas del mismo asumen similares conductas, y los clubes uruguayos se ven muy perjudicados. Cada vez es más difícil retener a los jugadores y nos encontramos expuestos a que los mejores emigren sin poder disfrutar de ellos.
Sin embargo, Nacional en el corto plazo ha mantenido a los chiquilines. Fíjese usted la cantidad de futbolistas del club que estaban en la cancha en el día clásico. Una barbaridad.
A celebrar este momento nosotros, los hinchas. Contar con tantos pibes en el mismo plantel, coincidiendo y jugando juntos, es un gustoso acontecimiento que ocurre con poca frecuencia. Al menos en este bendito fútbol uruguayo que estamos inmersos donde las deudas no dan brazo a torcer. ¿Cuántas veces hemos visto partir a juveniles de enorme potencial jugando poco y nada con el fin de solventar insuficiencias financieras?
Uno de los tantos fieles reflejos, es el caso de Nicolás López que alternó en el banco con Carrasco, convirtiendo un par de goles, y seis meses después anduvo por allá en Europa, ingresando por Totti en la Roma y mojando de a ratos. También se me viene a la mente, así muy rápidamente, jugadores que ni debutar en primera han podido como Israel o Sanabria.
Pero acá de Italia hay poco y nada. Mientras tanto seguiremos disfrutando, el tiempo que nos lo permitan, a gurices que maman la camiseta desde niños como Neves, Rodriguez, Viña, Vecino, Corujo, Carballo, Amaral (esto dos últimos, víctimas de ventas precipitadas por parte de algunas manos malvadas).
Hay tela para cortar y nos queda más mucho por ver. El número de chiquilines que están trabajando bien y luchando desde abajo es realmente esperanzador.
Nacional y la cantera es y será, esa redundancia