La pelota sale apurada, queremos el segundo antes que el primero. El capitán muestra las palmas desde allá arriba y pide compañía.
Son gacelas que tropiezan y se caen, pero el capitán pide hienas que muestren una sonrisa antes de comerse a la presa.
Los laterales salen de a uno, los puntas de JR son como las balizas por todo Montevideo. Si uno sale de aventura, el otro le levanta el pulgar al bigote y se queda cuidando la casa.
Se tuvo que correr el tero, que por las bandas ya empezaba a armar un nido, cuando el Santi se abrió por la raya y más rápido que sus piernas levantó la vista y lo vio al capitán moverse como el león en la selva. El cazador agitó la melena y todos comimos tranquilos.
Entretiempo de sonrisas y últimas charlas sin pelota rodando. Como charlas de zaguán antes de despedir la novia por un tiempo.
Cuando volvió a rodar, las sonrisas se fueron a la cancha. Entró Pablito y la guinda entró a reír a carcajadas. Entró el Seba y hasta la amargura de la derrota le devolvió una pared a la sonrisa de papel.
De repente Pablito se la pegó al pie insinuando una picardía, la prestó al medio para que el Seba se la lleve en una larga agonía hasta el golero que está pronto para salir. La cinta en el brazo se hace ancha y más rápido que ligero Papelito llegó antes que la tribuna empiece a refunfuñar. En un segundo la miró, le sonrió, y le dio un piquito de despedida corta. Ella quiso volver con la angustia del adiós, pero hasta los contrarios le devolvieron el saludo al Seba, para dejarla donde tiene que estar, feliz.
Por @danielcab7
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